| Capítulo 6 |
1 | MIRAD que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos: de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos.
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2 | Cuando pues haces limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las plazas, para ser estimados de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su recompensa.
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3 | Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha;
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4 | Para que sea tu limosna en secreto: y tu Padre que ve en secreto, él te recompensará en público.
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5 | Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su pago.
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6 | Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora á tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público.
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7 | Y orando, no seáis prolijos, como los Gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos.
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8 | No os hagáis, pues, semejantes á ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
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9 | Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
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10 | Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
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11 | Danos hoy nuestro pan cotidiano.
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12 | Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos á nuestros deudores.
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13 | Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
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14 | Porque si perdonareis á los hombres sus ofensas, os perdonará también á vosotros vuestro Padre celestial.
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15 | Mas si no perdonareis á los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
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16 | Y cuando ayunáis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer á los hombres que ayunan: de cierto os digo, que ya tienen su pago.
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17 | Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro;
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18 | Para no parecer á los hombres que ayunas, sino á tu Padre que está en secreto: y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público.
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19 | No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y hurtan;
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20 | Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan:
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21 | Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
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22 | La lámpara del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso:
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23 | Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?
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24 | Ninguno puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir á Dios y á Mammón.
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25 | Por tanto os digo: No os congojéis por vuestra vida, qué habéis de comer, ó que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir: ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido?
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26 | Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?.
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27 | Mas ¿quién de vosotros podrá, congojándose, añadir á su estatura un codo?
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28 | Y por el vestido ¿por qué os congojáis? Reparad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan;
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29 | Mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fué vestido así como uno de ellos.
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30 | Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más á vosotros, hombres de poca fe?
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31 | No os congojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, ó qué beberemos, ó con qué nos cubriremos?
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32 | Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester.
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33 | Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
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34 | Así que, no os congojéis por el día de mañana; que el día de mañana traerá su fatiga: basta al día su afán.
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